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El hidrógeno y el «Ciclo de la euforia»

En 1987, en Bourakebougou, un remoto rincón de Mali, en África occidental, unos habitantes de la zona que buscaban agua perforaron cien metros de profundidad y, como el agujero estaba seco, lo abandonaron. Entonces, para su sorpresa, en el agujero, una misteriosa emisión se incendió. El pozo fue rápidamente tapado y olvidado. Era hidrógeno puro al 98%.

A pesar de lo que piensan los buscadores de hidrógeno -como en su día lo hicieron los del petróleo-, lo sucedido en Mali no es lo habitual. El hidrógeno no es una fuente de energía primaria, no se encuentra de forma aislada en la naturaleza, es un «vector energético», como la electricidad o la gasolina y, por tanto, hay que producirlo. Se obtiene a partir de combustibles fósiles, por ejemplo, del gas natural, o por electrólisis del agua -separando el oxígeno del hidrógeno-, procesos, por otro lado, en los que se consume una gran cantidad de energía. Pero usar el hidrógeno verde del mismo modo que usamos los combustible fósiles, requiere grandes inversiones en infraestructuras  y nuevas tecnologías; y ahora, los aspirantes a magnates del hidrógeno verde, pretenden dar un salto importante.

¿Alguna vez le han explicado qué es el «ciclo de la euforia»? Es un término difundido por Gartner, una empresa de investigación de Silicon Valley, y se describe como el proceso en el que, tras un período inicial de euforia irracional y exceso de inversión, se entra en un periodo de desilusión, donde todo es lento y los inversores consideran difícil obtener beneficios. Una vez que la euforia se desinfla, la inversión en infraestructuras que acompañó a la ola de entusiasmo resurge, impulsando la adopción de la nueva tecnología.

La aparición de Internet siguió una evolución similar. Hubo euforia en torno a la tecnología en los años noventa, y todos creíamos que muy rápidamente todo el mundo haría todas sus compras en línea. En el año dos mil, el mercado se desplomó con las empresas puntocom. Para entonces, las empresas de telecomunicaciones habían invertido miles de millones en cables de fibra óptica, que se convertirían en la infraestructura de Internet actual.

El hidrógeno verde, como vector energético y como tecnología emergente, puede ser examinado bajo el ciclo de la euforia de Gartner para prever su evolución futura. El ciclo abarca desde la exageración inicial hasta la desilusión, seguida por una fase de consolidación y eventual éxito. Entonces, ¿en qué etapa del «ciclo de la euforia» nos encontramos? Actualmente, el consumo de hidrógeno en España se sitúa en torno a las 500.000 toneladas al año, mayoritariamente hidrógeno gris. Este hidrógeno se utiliza principalmente como materia prima en refinerías  y en la fabricación de productos químicos, quedando el consumo residual para sectores como el metalúrgico. Estos datos nos indican que estamos todavía en las etapas iniciales.

Cualquiera que sea destino del hidrógeno verde, como la inyección en la red gasista, la combustión en motores o el uso en pilas de combustible para su reconversión en energía eléctrica, requiere de las inversiones adecuadas. La progresiva inversión en España confirma que nos encontramos en la etapa de la euforia. Existen numerosos proyectos y planes en marcha para establecer una red sólida de producción, almacenamiento y transporte de hidrógeno verde, algunos de ellos subvencionados por la Unión Europea a través del programa Next Generation EU, como la dotación presupuestaria de 1.200 millones de euros a fondo perdido, gestionada por el IDAE. Ejemplos de estos proyectos son los valles de hidrógeno de Cataluña, el Corredor Vasco del Hidrógeno, el Valle del Hidrógeno de las Tierras del Ebro en Tarragona, y el Corredor del Hidrógeno para la Región Pirenaica, que busca conectar Aragón y Francia con el resto de Europa a través de hidrogeneras. Y en Europa, los proyectos de la red H2med, que conectará España con Portugal, Francia y Alemania, aprovechando la infraestructura de gas natural.

Y desde el marco regulatorio, la euforia se detecta en la Directiva (UE) 2024/1788, y en el Reglamento (UE) 2024/1789, ambas disposiciones relativas a las normas comunes para los mercados interiores del gas renovable, del gas natural y del hidrógeno. Estas normas  promueven el hidrógeno verde, así como las directrices a seguir en el desarrollo de la infraestructura necesaria para la producción, almacenamiento, transporte y distribución del hidrógeno; y la integración eficiente y segura del hidrógeno en los mercados energéticos interiores, promoviendo la competencia y la transparencia. Sin embargo, no se puede decir lo mismo del régimen tributario de la producción, almacenamiento, transporte y distribución del hidrógeno. La Directiva 2003/96/CE por la que se reestructura el régimen comunitario de imposición de los productos energéticos y de la electricidad, está pendiente de revisión desde hace quince años, sin que la relevancia actual del hidrógeno haya acelerado su innovación. Si bien, esperemos que Europa instaure un incentivo fiscal por lo menos parecido al de Estados Unidos -según recoge la Sección 45V del Código de Impuestos Internos-, que establece un crédito fiscal de hasta tres dólares por kilogramo de hidrógeno producido.

En último término, si seguimos la evolución de las nuevas tecnologías a lo largo del tiempo, sólo una pequeña proporción pasa de la innovación al entusiasmo, al desaliento y a la adopción generalizada. Esperemos que el hidrógeno verde sea una de ellas.

Eduardo Espejo Iglesias